El sol comenzaba a mostrarse, nunca me dio tanta alegría
verlo salir como en ese nuevo día. Nicolás había apilado los cuerpos a orillas
del río y los había incinerado. Cuando la mañana comenzaba a nacer, los dos, mi
primo y yo, estábamos sentados contra la pared este, en total silencio.
Nicolás parecía aliviado, con ánimos renovados, y yo aún
estaba haciendo un esfuerzo por asimilar lo ocurrido. Preferí no hacer
preguntas hasta saber que haría las correctas. Las dudas inundaban mi boca con
miles de preguntas y mi cabeza daba vueltas impidiéndome pensar con claridad.
El tiempo trajo la calma.
- El escarbadientes
partido fue tu forma de decirme que estabas vivo, ¿verdad? Al principio no lo
entendí. Primo, no resisto la duda, ¿cómo sobreviviste? – Decidí ir de a
poco, preguntar todo de golpe sería inútil.
- Runa, Agus, fue
gracias a ella. Hace tiempo que ella me había dicho que alguien se había hecho
pasar por mí para cargar 2 de mis camionetas y guardarlas de nuevo en casa. Y cuando
nos visitó, ella ya había descubierto que se trataba de un supuesto Dr. Gino
Somoso, y ahora la había contactado para pedirle información mía, Runa supuso
que planeaba matarme. Le dije que hiciera lo que él le pidiera y que confiara
en mí. De inmediato me di cuenta de que se trataba de Domingo Rosso, mi mentor,
el sujeto que me enseñó todo lo que sé. Me puse en su lugar y pensé en qué
haría para intentar matarme. En la casa había un sótano, nadie sabía de él, ni
siquiera Runa, lo preparé para que se pudiera abrir desde adentro, incluso con
escombros encima, para así poder salir cuando todo terminara, también me quedé con
el rifle que mató a todas esas personas en la plaza y algunas armas más, para luego
encargarme de Rosso con esas mismas armas. Y el resto ya lo viste… y a
propósito, que no se te haga costumbre esto de esperar a que yo te salve
siempre.- Nicolás mostró una pequeña sonrisa y una leve carcajada, como
festejando su propia ocurrencia.
- Sabía que Runa era
incapaz de traicionarte. ¿Sabías que por culpa de este sujeto asesinaron a
nuestra familia? –
- Sí, siempre lo supe.
No sabía que aún seguía con vida sino hasta que lo confirmé al ver que el
cadáver en la tumba no tenía partido el pómulo izquierdo ni los colmillos
limados. Y el trozo de madera que me facilitaste tenía marcado el distintivo de
la sociedad secreta. Él estaba vivo – Mi primo hizo una pausa, quitó su
vista al horizonte y me miró durante un segundo. - Su muerte hizo que las sospechas recayeran sobre mí, que todos pensaran
que lo había asesinado. Normalmente, eso me dejaría un escalón más alto en esta
profesión, pero 4 principiantes creyeron que podrían ocupar mi lugar si
vengaban a Rosso. Idiotas, sólo eso. Lo mejor era dejar el país.-
- ¿Cómo llegamos a
este trabajo, primo? –
- ¡La oferta era
buena! ¡Nuestra libertad! Obviamente, no nos contrató ni la policía, ni el
gobierno de la ciudad, ni el gobierno de la provincia, simplemente fue el
gobernador. Vio morir a los miembros de la sociedad secreta y su cabeza era la
próxima, pensó que sólo nosotros podríamos detenerlos.-
- ¿Las seis víctimas
pertenecían a la sociedad secreta? ¿Qué pasó con la quinta y la sexta que
siempre fueron tan importantes para vos? –
- Como te contó
Domingo, él entrenó a alguien. Lo quiso hacer igual a mí. El muchacho aprendió
las reglas y era realmente bueno. Él se encargó de las primeras 4 víctimas y luego
descubrió que Rosso estaba rompiendo las reglas, lo estaba haciendo personal.
Eso y la certeza de su muerte, de saber que su mentor lo liquidaría cuando
terminara, el saberse superado por el trabajo y todo eso con lo que vos y yo
venimos lidiando, lo llevaron al suicidio.-
- ¿Suicidio? – Lo
interrumpí.
- Así es, él congeló
un chuchillo en punta sirviéndose de la bandeja que plástica que vimos en el
lava-platos y se arrojó sobre el arma desde la silla. Por eso la mancha de
sangre presentaba aureolas, porque el agua había “licuado” parte de la sangre.
Lo demás, es resultado de su entrenamiento. La habitación secreta, los dibujos,
el estudio sobre la anatomía humana, TODO; y lo sé bien porque tuvimos el mismo
mentor. Quizás por eso notaste el parecido que tenía conmigo y la familiaridad
con la que me movía en el lugar, porque yo conocía todo lo que le habían
enseñado.-
- ¿La llave del
locker? –
- Es la forma en la
que Rosso se comunicaba con el chico. Seguramente él tiene una copia para así
poder dejarle los datos de la próxima víctima y las instrucciones. Supongo que
Rosso conocía bien a casi todas las víctimas, salvo a quien ocupara la plaza
que dejó libre, y eso le habría permitido al muchacho acercarse a los objetivos
sin que nadie sospechara nada - Nicolás se mostraba abierto y todo parecía
mucho más claro ahora que lo explicaba. – ¿Terminaste
con el interrogatorio, primo? Creo que es momento de llamar al Sr. M y al Sr. D
para cerrar todo esto y volver a casa.-
El amanecer se había hecho mañana, miré el reloj de mi primo
y ya trepaba la gruesa aguja hasta el número 8. El Sr. M y el Sr. D no se
hicieron esperar, se veían sorprendidos de vernos y más de ver unos metros más
atrás el fuego que se extinguía.
- Nos llamó, Sr.
Oberti. No dude que nos alegra verlo con vida. ¿Qué tiene para nosotros? –
Dijo el Sr. M a la distancia. Las palabras parecían salir empujadas de su boca
mientras caminaba hacia nosotros. Noté que miraba con disimulo a los cuerpos
quemándose a nuestras espaldas.
- Yo los llamé, sí. El
trabajo está listo. Permítame ponerle un nombre a las cenizas que tienen a
nuestras espaldas. Eso que ven quemarse no es ni más ni menos que el asesino
que buscaban y algunos de sus cómplices. Ese sujeto mandó a limpiar a las
cuatro primeras víctimas, asesinó personalmente a la sexta, al médico de la
morgue y a todos los de la plaza. Conocido como el Dr. Gino Somoso, estaba
dispuesto a liquidar también al Gobernador, pero eso ya lo sabían, ¿verdad?
–
- ¿Tiene pruebas de
todo eso? – Intervino el Sr. D.
- Sólo les puedo
facilitar las armas homicidas y este sobre dirigido específicamente al
Gobernador.- Dijo mi primo acercándole al Sr. D un sobre blanco.
- Muy bien. Todo salió
según lo acordado. Han cumplido con su palabra - Dijo el Sr. M quitándole
al Sr. D el sobre. – Sus nombres están
limpios. Eso considérenlo un hecho.-
- No se preocupen por
mí, ya estoy muerto, ¿recuerdan? Quiero que mi primo esté más limpio que el
mejor santo, ¿de acuerdo? – Dijo Nicolás en todo amenazante. Sus casi 2 metros de altura y sus
grandes ojos de mirada penetrante le daban énfasis a sus amenazas, lo hacían
aún más intimidante.
- Así será.- El
Sr. M le extendió la mano y Nicolás la tomó. Un formal saludo con un gesto de
cabeza, giramos sobre nuestro eje y comenzamos a caminar.
- Una última cosa, Sr.
Oberti – Gritó el Sr. M para detenernos. – ¿Cómo puedo contactarlos en el futuro para un nuevo trabajo? Es decir,
en caso de que llegásemos a requerir de sus servicios nuevamente.-
Mi primo se volvió hacia él, lo miró fijo, le dedicó una
sonrisa de medio lado por su pregunta y contestó:
- Somos libres,
¿recuerda? No tienen nada que yo pueda querer y dudo mucho que puedan pagar mi
tarifa. Aunque si insisten en buscarme, yo les juro que los encontraré - Los
ojos de Nicolás brillaron y se clavaron en el Sr. M hasta asegurarse de que el
mensaje se entendió. – Vamos, Agus.-
Palmeó mi espalda y nos alejamos.
Nos alejamos del Sr. M y del Sr. D, nos alejamos de los
cadáveres, del fuego, de la muerte, nos alejamos de nuestro trabajo, de
nuestras costumbres, de nuestro pasado. Finalmente creo que vi el amanecer. Algo nuevo comenzaba y a
la vez sentía cómo algo también se terminaba. Al fin entendí que cada final es
también un nuevo principio. Una oportunidad de dejar atrás todo y cambiar.
- Es difícil alejarse
de uno mismo, Agus, y esa es la excusa perfecta para volver. Después de todo,
cada amanecer tiene su ocaso y cada día todo vuelve a comenzar, ¿no? – Dijo
Nicolás.
FIN
¿Fin?
Que buena historia! Entretenida y reflexiva en muchas ocasiones.. y además de que no me gustan las policiales,es atrapante. Creo que deberías pensar en seguir escribiendo, lo haces bien.
ResponderEliminarSaludos, Maria.
Gracias!... Hay algunas otras incursiones en la narrativa que quisiera sumar, pero será más adelante, cuando el texto termine de decantar.
EliminarSaludos.