Contra-tiempo pte.33 / La noche

Inexplicablemente, y desde siempre, mi primo reacciona de una manera muy particular durante las horas en las que el lugar en el que estemos (nuestra localización de turno) deja de recibir luz solar. Es como si recibiera energía de la oscuridad, ni bien el firmamento se viste de noche mi primo se pone más activo e inconcientemente juega a esconderse entre las profundas sombras que dibujan la oscuridad y la tímida luz de la luna. No sé si lo disfruta o no, pero manifiesta una clara transformación, cambia, se vuelve mejor, a su mundo se le suma un nuevo elemento que pone a prueba su astucia, su intelecto y su poder de observación. Los retos activan sus sentidos y le dibujan una sonrisa que delata diversión, pero que puede pasar por burlona en más de una ocasión. A veces no sé si toda esa excitación lo hace realmente feliz o si se ha convertido en un incontrolable vicio; y es que la adrenalina de jugar siempre en límite puede ser adictiva. Cuesta creer que un hecho tan natural, tan simple y rutinario, tan ajeno e incontrolable, algo tan básico y opuesto a la luz del día, la noche, pueda transmitirle tantas fuerzas, sentimientos y energías a alguien.

Había repasado las explicaciones de Nicolás unas 100 veces desde que nos subimos al auto, las repasé una y otra vez hasta que perdieron sentido. Aún no las comprendía del todo, había huecos.

- Nic, no termino de entender del todo cómo es eso de que el tiempo es “relativo” o que “no existe”.-

- Primo, el tiempo es tan relativo que lo más correcto sería tildarlo de inexistente. Así, hay plantas que crecen a ritmos distintos, días más “cortos” o más “largos”, frutas que maduran en momentos diferentes aún estando en la misma rama, y un sinfín de ejemplos. Incluso hay estudios que demuestran que si enviáramos un gemelo al espacio, mientras el otro permanece en la tierra, luego de algunos años, ambos envejecerían de manera distinta hasta verse completamente diferentes, y no es que para el gemelo que fue al espacio el tiempo se detuvo, sino que el tiempo es relativo. Einstein dijo: “coloca tu mano en el horno durante un minuto y te parecerá una hora. Siéntate junto a una chica preciosa durante una hora y te parecerá un minuto”. Creo que no hay mejor ejemplo de relatividad. Mirá esos autos que pasan a nuestro lado, parece como si condujeran a una velocidad distinta a la nuestra, es como si nosotros condujéramos realmente rápido porque se precipitan hacia nosotros a gran velocidad, pero eso no es más que una percepción, nuestra percepción; al auto que va delante de ellos no le parece lo mismo que a nosotros que vamos en sentido contrario. Entonces el tiempo que según nosotros les tomaría recorrer determinada distancia estaría viciada por esa subjetiva percepción de velocidad, espacio y tiempo – Mi primo hizo una pausa, meditó sus palabras unos segundos mientras conducía y continuó: - De todas formas, me pregunto si el tiempo es lo que percibimos o si es lo que nos marca esa estúpida maquinita que no es capaz, siquiera, de coincidir con su homóloga que hace lo propio en la muñeca de la persona que tenemos a nuestro lado.  Sinceramente, no sé si los miembros de esta rara sociedad secreta están en lo cierto, pero sus teorías ciertamente me siembran algunas dudas.-

Viajamos unos 370 kilómetros hasta un pequeño y casi extinto pueblo llamado “La Noche”, según los datos de Arcángel, en este pueblo se escondía un colega que había estado cerrando muchos negocios con nuestro amigo. Justo frente a nosotros había una puerta bastante precaria y con inequívocos signos violencia. Era la entrada principal de una casa completamente abandonada y en apariencia deshabitada.

Nicolás pateó la puerta y esta se desprendió con facilidad del marco y cayó pesadamente golpeando el suelo con un sonido casi amortiguado. Nos tomamos un minuto para recorrer el lugar con la mirada, esperando a que la densa nube de polvo que surgió tras la caída de la puerta se disipara. Un amplio recibidor con 7 puertas formando un semicírculo, comenzaba a aparecer frente a nosotros. Claramente se trataba de un laberinto, 3 plantas, un sótano y 7 puertas pensadas para confundir, según lo que se podía apreciar desde afuera.

- Supongo que no podré tirarlas abajo de una patada como hice con la puerta principal, primo, éstas se ven mucho más firmes. Me toca ir primero, así que cuida mi espalda.- Dicho esto, Nicolás ingresó a paso cauteloso dentro de la casa. Y abrió la puerta del centro, la cuarta puerta.

Como siempre, contaba 10 segundos y seguía sus pasos. Recorrimos un pasillo y encontramos una especie de “claro” con 12 puertas rodeándonos. Nicolás miró la puerta que tenía justo enfrente, luego levantó la mirada. Hice lo mismo. Se veía con claridad que en el primer piso también había 12 puertas, pero en vez del claro había un hueco que daba a la planta baja cercado por barandas.

- Agus, creo que tenemos que encontrar la manera de subir.- No estaba seguro de si hablaba en serio o no, pero en el lugar no había forma aparente de hacer lo que mi primo sugería.

- Nic, eso no tiene lógica. No hay escaleras ni cómo de subir. Creo que lo mejor sería elegir una puerta y ver hacia dónde nos lleva.-

- Hay 12 puertas: una es por la que vinimos y las otras 11 son una trampa. Si prestás atención, en el ángulo que forman la unión de la pared con el techo, pasa un cable que se mete en la supuesta habitación que hay detrás de cada puerta, salvo una: la puerta por la que entramos. Estoy convencido de que de abrir cualquiera de esas puertas sería un suicidio, esas 11 puertas están listas para detonar una o varias bombas – Nicolás me miró fijo, rascó su barba como para concentrarse, y continuó: - Hay una alternativa, en tu época de jugador de rugby tenías por función capturar la “guinda” en el aire, ¿verdad? Y para eso tus compañeros te arrojaban hacia arriba, ¿cierto?

- Sí, algo así.-

- De acuerdo, entonces la idea es levantarte casi de la misma forma y estimo que así podrías llegar a alcanzar las barandas del primer piso, trepar y abrir la puerta que está a la misma altura que la puerta por la que entramos. Estimo que algo encontrarás que nos pueda servir, no obstante creo que hicimos 370 kilómetros por nada.-

- Entiendo, primo.-

En la habitación indicada por mi primo había un congelador, un escritorio y una silla. Sobre el escritorio había una hoja en blanco con un sello y una firma al pie: “Dr. Gino Somoso”. El congelador estaba funcionando y dentro de él había un cuerpo, el cadáver de un sujeto de unos cincuenta años, congelado. Con la hoja firmada en mi bolsillo y el sujeto cargado sobre mi hombro derecho, salí de la habitación al encuentro con mi primo.

- Nic, encontré un congelado y un nombre.- Vociferaba mientras me acercaba a la baranda.

- Bien, bajá el  occiso despacio que yo lo recibo. Y luego tratá de bajar y apoyarte en mis hombros.-

Una vez abajo, revisamos el cuerpo. No había marca de anillos, su rostro no nos resultaba familiar, parecía haber sido asesinado por estrangulamiento con un cable de acero, según surgía de las marcas en cuello.


Cuando volvimos a la perdida ciudad donde todo esto comenzó, el sol ya no arrojaba sus rayos sobre el asfalto. Era de noche. Mi reloj marcaba las 23:47 horas cuando intentaba conciliar el sueño. El silencio me volvía loco y mi mente buscaba sonidos inexistentes para darles significados escalofriantes. Para mí era una historia repetida, una noche como cualquiera, hasta que mi puerta empezó a crujir.

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