Contra-tiempo pte.32 / Confesiones

Todos tenemos secretos que ocultamos de los demás, todos tenemos nuestros “pequeños crímenes” que esconder y la respectiva culpa que nos carcome. Muchas veces la culpa subsiste incluso sabiendo que seremos perdonados o después de que logramos justificar nuestro accionar, al punto de sentir vergüenza al recordar nuestra “mala obra”. La culpa es un sentimiento muy fuerte y generalmente tiene el poder de impulsar una confesión de parte de quien se arrepiente, pero esa palabra, confesar, es mucho más amplia, prefiero ver a la confesión como la declaración que alguien hace acerca de lo que sabe sobre algo. Hasta en las parejas o sociedades más estrechas, más íntimas, existen estos secretos, sus respectivas culpas y ese “algo” que se debe confesar.

Era más que evidente que mi socio, mi primo, mi única familia, sabía más de lo que decía, él tenía algo qué confesar.

6:29 horas de ese nuevo día corrieron frente a mí. Me encontraba recargado contra la pared, a la derecha de la puerta de la habitación, esperando a que Nicolás atraviese esa inerte pieza de madera para encerrarlo, enfrentarlo y obligarlo a poner las cartas sobre la mesa: nadie saldría de esa habitación hasta que toda la verdad saliera a la luz.

6:30 horas en punto, como para poner los relojes en hora, mi primo irrumpía en la habitación con su profunda voz. Cerré la puerta tras su paso, cuando se giró lo miré a los ojos y le dije:

- Nic, hasta acá llegamos. Si voy a morir, quiero saber por qué.- Me temblaba la voz, mi vista no se apartaba de la suya, estuve a 30 segundos de retirar lo dicho, abrir la puerta y salir de la habitación.

Nicolás casi no reaccionó, su rostro no reflejaba cambio alguno, sentí como si él hubiera entrado sabiendo perfectamente lo que yo planeaba hacer.

- Estoy de acuerdo, Agus. Creo que llegó el momento de decirte buena parte de lo que sé – Él hizo una pausa y yo respiré. Me sentí triunfante, feliz de que mi atrevimiento resultara eficaz. O al menos eso creí hasta que mi primo prosiguió: - Pero acá no. Abajo, en el comedor, café mediante. En 20 minutos nos vemos allá.-

No me sentía en posición de contradecirlo, por lo que asentí con la cabeza, di un paso hacia la izquierda para que pudiera abrir la puerta y retirarse, y volví a lo mío.

6:53 horas estaba sentado delante de la taza de café que mi primo acababa de aterrizar suavemente frente a mí. Sentados a ambos extremos de la mesa, cruzando nuestras miradas con mucha tensión como si estuviéramos por entablar una fuerte pelea, Nicolás bebió un poco de café, aclaró su garganta y comenzó su exposición.

- Primo, comencemos por aclarar este caso. Estoy seguro de que conocés a esas personas que se fascinan con los números y los estudian hasta hacerlos su vida, como atribuyéndoles propiedades mágicas. Es muy complejo, estas personas ven todo a través de los números, hechos religiosos, astrológicos, antropológicos, biológicos, todo. La Santísima Trinidad, los 12 apóstoles, 4 virtudes cardinales, 3 teologales, 12 meses al año, coincidente con el tiempo de rotación terrestre, 4 elementos, 12 signos zodiacales, 4 estaciones, cada signo dividido por elementos, 24 horas en un día separadas en 2 partes de 12 cada una, etcétera. Los números se repiten, mirándolos se ven 3, 4, 12, 5, 7, 15, 24 y podríamos seguir. No soy numerólogo. El quid de la cuestión es que hace muchos años atrás, algunos de esos numerólogos, comenzaron a concentrarse en el tiempo y sostenían la teoría de que el tiempo no existe, que el pasado y el futuro son inventos humanos y de que el paso de eso que llamamos “tiempo” es completamente relativo. Y no es inocente que mencione la relatividad, primo, se piensa que uno de estos sujetos podría haber sido Albert Einstein, no obstante no hay pruebas de ello. Y no hay pruebas porque este grupo de personas formaron una especie de sociedad secreta llamada “Cronos”. De esta sociedad se sabe muy poco, sólo que hay personalidades muy influyentes involucradas que se ocupan de mantenerla en secreto.- Nicolás bebió otro poco de café y continuó: - Nos topamos con esta sociedad en Berlín, Agus, y mantuve silencio porque aún no sabía nada sobre ellos, así que los investigué y descubrí algunas cosas. Sé que se suceden de una manera muy extraña, se liquidan entre ellos, que se identifican por un anillo y que logran mantener el secreto porque forman pequeños grupos de 12 personas en ciudades anónimas elegidas por una ecuación que aún no comprendo del todo.-

- ¿Y qué tiene que ver esto con el caso, Nic? – Interrumpí a mi primo al ver que todo lo que decía tendía a llevarme a un callejón sin salida.

- A eso voy, primo. Una de las ciudades que te mencionaba es esta, este pozo olvidado en un país que no deja de amagar un despegue. Y sospecho que 5 de los 6 cadáveres que nos pusieron donde estamos hoy son miembros de la sociedad secreta, es decir, murieron 5 de los 12 miembros de este lugar. Lo que aún me genera dudas es el móvil, porque si bien se eliminan entre ellos, lo hacen de a uno para no levantar sospechas; en cambio, quién hizo esto, se está exponiendo… y, lo que es más grave, los está exponiendo, y es justamente por eso que estamos aquí.-

- ¿Cuándo supiste todo esto?

- Poco antes de visitarlo a Franco. La tercer víctima, en sus libros, las láminas, las ecuaciones, los dibujos, todo indicaba que el tiempo no existía. Los dibujos de la segunda víctima tenían como firma lo que sospecho que es el símbolo de esta sociedad, el mismo que creo que hubiéramos encontrado grabado en los anillos de las víctimas, incluso había indicios en los cuadernos de la cuarta víctima. En definitiva, todo lo que nos llevamos me guió a esta conclusión, hasta los relojes, ya que el símbolo es similar a la figura de un reloj con todas las agujas apuntando al 12.-

- ¿Qué hay de la quinta y la sexta víctima? ¿Por qué te pusiste tan raro en el departamento de la quinta víctima? – Aún tenía muchas dudas, mucho que quería saber y me sentí impulsado a apurar respuestas de parte de Nicolás aprovechando esa catarata de revelaciones. Aún no analizaba lo que me decía mi primo, aún no comprendía del todo la situación, pero ya habría tiempo para eso; evidentemente, cuando se dan estas situaciones, lo mejor es preguntar todo lo que se pueda y luego dedicarse a pensar en lo que se obtiene.

- No abuses de tu suerte, Agus, hay cosas que es mejor que no sepas, por ahora. Todo tiene su “tiempo” bajo el sol.- Nicolás sonrió.

Apuré mi frío café. Miré a los ojos a mi primo y sin apartar la mirada, sin cortar este significativo contacto visual, leyendo con atención los ojos de mi primo y él haciendo lo propio con los míos, coloqué mi Beretta sobre la mesa apuntando a Nicolás. Él sólo se limitó a colocar las llaves del auto. Ambos entendimos el mensaje. Era hora de seguir.

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