Todos tenemos secretos que ocultamos de los demás, todos
tenemos nuestros “pequeños crímenes” que esconder y la respectiva culpa que nos
carcome. Muchas veces la culpa subsiste incluso sabiendo que seremos perdonados
o después de que logramos justificar nuestro accionar, al punto de sentir
vergüenza al recordar nuestra “mala obra”. La culpa es un sentimiento muy
fuerte y generalmente tiene el poder de impulsar una confesión de parte de quien se arrepiente, pero esa palabra, confesar, es mucho más amplia,
prefiero ver a la confesión como la declaración que alguien hace acerca de lo
que sabe sobre algo. Hasta en las parejas o sociedades más estrechas, más
íntimas, existen estos secretos, sus respectivas culpas y ese “algo” que se
debe confesar.
Era más que evidente que mi socio, mi primo, mi única
familia, sabía más de lo que decía, él tenía algo qué confesar.
6:29 horas de ese nuevo día corrieron frente a mí. Me
encontraba recargado contra la pared, a la derecha de la puerta de la
habitación, esperando a que Nicolás atraviese esa inerte pieza de madera para
encerrarlo, enfrentarlo y obligarlo a poner las cartas sobre la mesa: nadie
saldría de esa habitación hasta que toda la verdad saliera a la luz.
6:30 horas en punto, como para poner los relojes en hora, mi
primo irrumpía en la habitación con su profunda voz. Cerré la puerta tras su
paso, cuando se giró lo miré a los ojos y le dije:
- Nic, hasta acá
llegamos. Si voy a morir, quiero saber por qué.- Me temblaba la voz, mi vista
no se apartaba de la suya, estuve a 30 segundos de retirar lo dicho, abrir la
puerta y salir de la habitación.
Nicolás casi no reaccionó, su rostro no reflejaba cambio alguno, sentí como si él hubiera entrado sabiendo perfectamente lo que yo planeaba hacer.
Nicolás casi no reaccionó, su rostro no reflejaba cambio alguno, sentí como si él hubiera entrado sabiendo perfectamente lo que yo planeaba hacer.
- Estoy de acuerdo,
Agus. Creo que llegó el momento de decirte buena parte de lo que sé – Él
hizo una pausa y yo respiré. Me sentí triunfante, feliz de que mi atrevimiento
resultara eficaz. O al menos eso creí hasta que mi primo prosiguió: - Pero acá no. Abajo, en el comedor, café
mediante. En 20 minutos nos vemos allá.-
No me sentía en posición de contradecirlo, por lo que asentí
con la cabeza, di un paso hacia la izquierda para que pudiera abrir la puerta y
retirarse, y volví a lo mío.
6:53 horas estaba sentado delante de la taza de café que mi
primo acababa de aterrizar suavemente frente a mí. Sentados a ambos extremos de
la mesa, cruzando nuestras miradas con mucha tensión como si estuviéramos por
entablar una fuerte pelea, Nicolás bebió un poco de café, aclaró su garganta y
comenzó su exposición.
- Primo, comencemos
por aclarar este caso. Estoy seguro de que conocés a esas personas que se
fascinan con los números y los estudian hasta hacerlos su vida, como
atribuyéndoles propiedades mágicas. Es muy complejo, estas personas ven todo a
través de los números, hechos religiosos, astrológicos, antropológicos,
biológicos, todo. La Santísima Trinidad, los 12 apóstoles, 4 virtudes
cardinales, 3 teologales, 12 meses al año, coincidente con el tiempo de
rotación terrestre, 4 elementos, 12 signos zodiacales, 4 estaciones, cada signo
dividido por elementos, 24 horas en un día separadas en 2 partes de 12 cada una,
etcétera. Los números se repiten, mirándolos se ven 3, 4, 12, 5, 7, 15, 24 y
podríamos seguir. No soy numerólogo. El quid de la cuestión es que hace muchos
años atrás, algunos de esos numerólogos, comenzaron a concentrarse en el tiempo
y sostenían la teoría de que el tiempo no existe, que el pasado y el futuro son
inventos humanos y de que el paso de eso que llamamos “tiempo” es completamente
relativo. Y no es inocente que mencione la relatividad, primo, se piensa que
uno de estos sujetos podría haber sido Albert Einstein, no obstante no hay
pruebas de ello. Y no hay pruebas porque este grupo de personas formaron una
especie de sociedad secreta llamada “Cronos”. De esta sociedad se sabe muy
poco, sólo que hay personalidades muy influyentes involucradas que se ocupan de
mantenerla en secreto.- Nicolás bebió otro poco de café y continuó: - Nos topamos con esta sociedad en Berlín,
Agus, y mantuve silencio porque aún no sabía nada sobre ellos, así que los
investigué y descubrí algunas cosas. Sé que se suceden de una manera muy
extraña, se liquidan entre ellos, que se identifican por un anillo y que logran
mantener el secreto porque forman pequeños grupos de 12 personas en ciudades
anónimas elegidas por una ecuación que aún no comprendo del todo.-
- ¿Y qué tiene que ver
esto con el caso, Nic? – Interrumpí a mi primo al ver que todo lo que decía
tendía a llevarme a un callejón sin salida.
- A eso voy, primo.
Una de las ciudades que te mencionaba es esta, este pozo olvidado en un país
que no deja de amagar un despegue. Y sospecho que 5 de los 6 cadáveres que nos
pusieron donde estamos hoy son miembros de la sociedad secreta, es decir,
murieron 5 de los 12 miembros de este lugar. Lo que aún me genera dudas es el
móvil, porque si bien se eliminan entre ellos, lo hacen de a uno para no
levantar sospechas; en cambio, quién hizo esto, se está exponiendo… y, lo que
es más grave, los está exponiendo, y es justamente por eso que estamos aquí.-
- ¿Cuándo supiste todo
esto? –
- Poco antes de
visitarlo a Franco. La tercer víctima, en sus libros, las láminas, las
ecuaciones, los dibujos, todo indicaba que el tiempo no existía. Los dibujos de
la segunda víctima tenían como firma lo que sospecho que es el símbolo de esta
sociedad, el mismo que creo que hubiéramos encontrado grabado en los anillos de
las víctimas, incluso había indicios en los cuadernos de la cuarta víctima. En
definitiva, todo lo que nos llevamos me guió a esta conclusión, hasta los
relojes, ya que el símbolo es similar a la figura de un reloj con todas las
agujas apuntando al 12.-
- ¿Qué hay de la
quinta y la sexta víctima? ¿Por qué te pusiste tan raro en el departamento de
la quinta víctima? – Aún tenía muchas dudas, mucho que quería saber y me
sentí impulsado a apurar respuestas de parte de Nicolás aprovechando esa
catarata de revelaciones. Aún no analizaba lo que me decía mi primo, aún no
comprendía del todo la situación, pero ya habría tiempo para eso;
evidentemente, cuando se dan estas situaciones, lo mejor es preguntar todo lo
que se pueda y luego dedicarse a pensar en lo que se obtiene.
- No abuses de tu
suerte, Agus, hay cosas que es mejor que no sepas, por ahora. Todo tiene su “tiempo”
bajo el sol.- Nicolás sonrió.
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