Contra-tiempo pte.31 / Hogar

Nos tomó algún tiempo individualizar a nuestros colegas, descubrir sus verdaderos nombres e indagar por sus antecedentes. Ya corría frente a nosotros más de un cuarto de la hora 18.

Caídos en la cuenta de que al menos 19 colegas nos seguían las huellas para intentar limpiarnos, se nos presentó la necesidad de movernos, de ponernos en acto, de actuar. Comprendí que ninguna medida que nos cuidara la espalda estaba de más e interiormente agradecí que Nicolás despachara a los dos sujetos del bar.

- ¿Cuál es el siguiente paso, primo? ¿Buscarlos y limpiarlos uno a uno, antes de que ellos hagan lo propio con nosotros? Y, a todo esto, te recuerdo que todavía no me dijiste qué relación tiene esta peligrosa cacería con el caso que aceptamos.- Quizás en mi voz se notaba un poco de hastío, pero me resultaba imposible disimular lo incómodo que me hacía sentir esta incertidumbre. De a momentos parecía tan obvio el desenlace que me desesperaba no poder hacer nada para evitarlo.

- Bueno, ciertamente no podemos quedarnos donde estamos y esperar a que vengan por nosotros. Si nos vamos, si abandonamos todo por primera vez, seguiremos viviendo como fugitivos y con el peso de saber que dejamos escapar la oportunidad de cambiar, de redimirnos un poco y empezar a hacer una vida normal. Si le entregamos el caso resuelto a la policía, tal como está ahora, y nos desentendemos de lo que viene detrás, es seguro que los azules no van a poder lograr nada; lo que significa que seguirán detrás nuestro porque sabemos demasiado. Dicho esto, está claro que nuestra única alternativa es tomar al toro por las astas y enfrentarlos.-

- Perdón, primo, pero aún no entiendo qué es lo que sabemos, ni puedo hacerme una idea acerca de qué es lo que está sucediendo… en lo que a mí respecta, este caso está lejos de resolverse, más te diría, cada paso que damos destapa un mar de dudas. Te juro que no entiendo.-

- Y no entender es la cuestión, Agus. A veces un poco de duda regala más seguridad que un puñado de certezas. Te pido, primo, que confíes en mí. Después de todo, estamos solos en esto y sólo nos tenemos a nosotros, mutuamente. Arcángel nos abandonó, a Runa es mejor no involucrarla, Franco está muerto, Fabián ya hizo mucho y está muy visto por los azules y cualquier contacto con nuestro pasado puede ser hoy un potencial enemigo. Estamos solos.-

Nicolás hablaba en serio. El panorama no era para nada alentador y huir no era una opción. Aún no estaba tan convencido acerca de la conveniencia de alimentar mis dudas, pero estaba claro que mi primo no me diría nada más.

- Muy bien, Nico. Entonces te lo pregunto una vez más: ¿qué hacemos ahora?

Pude ver un brillo intenso en los ojos de mi primo, una media sonrisa, casi una mueca, su mentón se frunció un poco por un momento antes de hablar.

- Rodar, Agus. Te aconsejo uses algo cómodo y los “accesorios” de siempre - Su cabeza se inclinó levemente hacia la derecha, sus cejas se arquearon y el mensaje atravesó mi mente como una blanca luz en la más espesa oscuridad: era el momento de hacer correr sangre. Tras unos segundos de silencio y viendo que capté la idea a la perfección, resolvió: - Nos vemos a las 20 en punto en el garage, primo.-

Mi reloj marcaba las 21:32 horas de ese eterno día. No sabía con exactitud dónde se encontraba mi primo, a penas lograba convencerme de que él seguía con vida y ni siquiera era capaz de adivinar qué o quién estaba tras mis espaldas. Una abandonada estación de tren estaba siendo el escenario de un enfrentamiento extremadamente sangriento. Yacía yo recargado sobre una gruesa columna, sólo sabía que en mi cuenta tenía un herido, dos muertos, una bala en la recámara de mi Beretta y mi cuchillo de monte justo arriba de mi tobillo derecho. Las sombras me protegían y mi única opción era encontrar el modo de hacer valer mi posición. Una hora atrás, aproximadamente, Nicolás entró en una precaria casilla a la vera de la vía disparando a cuanta silueta se moviera, reconocí a tres sujetos de nuestra lista en esa mesa y al resto no los pude identificar. Unas cinco o seis prostitutas salieron de las habitaciones gritando y llorando, huyendo semidesnudas. Nicolás las dejó escapar a casi todas, retuvo un momento a la última sujetándola con fuerza de su brazo para preguntarle por el resto de los “muchachos”, según palabras de mi primo. No hizo falta que respondiera, y no logró hacerlo, unos cinco sujetos irrumpieron en el lugar disparando a diestra y siniestra, la suerte quiso que la primera bala le quitara la vida a la mujer que no pudo escapar. De allí en más, todo fue confuso, llovían balas y mi primo insistió en que lo mejor era llegar a la estación abandonada para cambiar el escenario.

Podía oír unos pasos acercarse a gran velocidad, alguien corría. Paralizado, atrapado, escondido tras esa columna, sentía con claridad cómo la adrenalina se apoderaba de mí. Una sombra cruzó corriendo frente a mis ojos, saltó a las vías y continuó su carrera. Detrás de él, una sombra mucho más grande, un sujeto inmenso de espalda ancha se lanzó detrás de la primer sombra como un depredador persiguiendo su presa. Le dio alcance y lo detuvo con un fuerte golpe en la nuca, una vez que el primer individuo estuvo en el suelo, le partió sus piernas y luego sus brazos, levantó su cabeza con sus dos manos, lo sostuvo 3 segundos y finalmente le partió el cuello. No cabía duda alguna, se trataba de Nicolás, esa gigantesca silueta era mi primo.

Estaba tan distraído viendo la violencia de mi primo para hacer su trabajo que me percaté demasiado tarde de que tenía un arma apuntándome a la sien. El herido. Cometí un error, me distraje. Mientras respiraba profundamente esperando la el plomo que llevaba mi nombre, sentí que la presión sobre mi cabeza cesó. Mi verdugo caía. Nicolás le disparó a distancia y acertó. Lo hirió en el costado derecho dándome la oportunidad de ejecutarlo con mi última bala.

Nos acomodamos un poco la ropa y emprendimos nuestro regreso. Dejamos atrás un gigantesco lugar convertido en escena de crimen y nos fuimos caminando tranquilamente mientras las sirenas iluminaban nuestros rostros. Nos subimos al Duna y volvimos hablando de trivialidades.

23:30 horas golpeaban el suelo cuando terminábamos de tachar de nuestra lista a quienes pudimos reconocer. Un nuevo día moría, nuevos sujetos morían, la sangre estaba por todos lados –ya sea que la viéramos o no- y yo me sentía inevitablemente como en casa.


Pasé tanto tiempo en esto que me acostumbré. Pasé tanto tiempo en esto que todo lo que sucede me resulta predecible. Hace tanto estoy en este infierno que ya todo me parece familiar, normal, común, esperable, sin sorpresas… “seguro”. Supongo que a esto puedo llamarlo hogar. Hogar es una palabra fuerte, viene del lugar donde la familia se reúne para encender el fuego, calentarse y comer, y hoy podría decir que es el lugar donde un grupo de individuos se sienten seguros y en calma, donde encuentran a sus pares, a su familia; ese lugar donde todo está bien, donde conocemos todo lo que nos rodea, ese lugar que compartimos con los nuestros y en el que nos sentimos cómodos. Este tipo de noches ya me resultan habituales, en medio de una balacera todos los lugares se ven igual, cuando baila la muerte cada lugar es el mismo lugar y yo conozco este lugar, me siento cómodo aquí, mi única familia me rodea y me cuida. Definitivamente éste es mi hogar.

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