Contra-tiempo pte.18 / Secretos


Benjamin Franklin dijo alguna vez: Tres pueden guardar un secreto, si dos de ellos están muertos (“Three may keep a secret, if two of them are dead”). Todos tenemos secretos, es sano, natural y lógico que así sea. Compartir secretos parece, a veces, una necesidad, puesto a que algunos secretos se hacen más importantes, más interesantes o más livianos, si nos hacemos de un cómplice. Hay secretos merecen trascender más allá de nosotros, y los dejamos escritos en algún lugar (siempre oculto, claro, pero con la intención de que sean encontrados) para que se conozcan después de nuestro deceso, muchas veces dejamos a nuestro cómplice/confidente encargado de esto, pero esto no es más que otra forma de dejar una huella en nuestro paso por esta vida.

Todos tenemos secretos y generalmente dejamos constancia de ello, una niña escribe un diario íntimo, dos hombres de negocios realizan un contrato confidencial con disposiciones distintas a las del contrato que hacen público, una anciana se confiesa en su testamento, un adolescente le muestra sus ocultas revistas eróticas a sus amigos, un pirata dibuja un mapa para encontrar su preciado tesoro, y los ejemplos podrían seguir, es como si sintiéramos la necesidad de pasar por la adrenalina de saber que nuestro secreto se puede saber, es como si el hecho de revelarlo total o parcialmente a otra persona o a una blanca hoja de papel nos quitara parte del peso que conlleva cargar con el mentado secreto. Hay secretos propios, individuales e íntimos, y hay secretos compartidos; hay secretos confesables, susceptibles de ser revelados y secretos que nos llevaremos a nuestra tumba; hay secretos grandes y secretos pequeños; secretos importantes y secretos menores; hay secretos a voces, conocidos y a la vez guardados por todos, y secretos que permanecen enterrados; hay secretos que involucran a miles de personas y secretos que sólo involucran a quien los tiene; hay secretos de familia, secretos de pareja, secretos, secretos y más secretos. Secretos tenemos todos, pero lo difícil es mantenerlos, guardarlos, conservarlos con nuestro silencio, y es que siempre dejamos alguna pista, a veces consciente y a veces no, de ahí que sostengo lo que dice Franklin, “tres pueden guardar un secreto, si dos de ellos están muertos”.

Nicolás descubrió el secreto de la quinta víctima, o al menos una pista que nos podría guiar hacia el mismo. Tras esa oculta puerta, esa falsa pared, Nicolás buscó el interruptor de luz. Como si conociera el cuarto secreto mejor que su mano, buscó el interruptor directamente arriba del marco de la “puerta” y allí lo encontró. La habitación era una locura en sí misma, sus dimensiones aproximadas serían de 5 metros por 3 y sus paredes estaban cubiertas de dibujos del cuerpo humano, de disecciones, de autopsias y de partes humanas seccionadas, era como estar dentro de un libro de medicina. Nicolás daba vueltas sobre sí mismo viendo cada detalle de cada pared. Del techo colgaba un triste foco sostenido sólo por los cables que le dan energía y contra una de las paredes vi un escritorio simple, una silla rústica y una lámpara sobre el escritorio que se veía antigua e inservible, aparentemente a nuestra víctima no le gustaban los muebles barnizados ni los lugares con luz natural y aire. Me aproximé al escritorio para buscar marcas o indicios que me pudieran servir como pista antes de que Nicolás los viera primero. El escritorio no tenía cajones, era una simple mesa de cuatro patas con unos cuantos lápices arriba y algunas hojas. Nicolás se me acercó por la espalda, estiró su brazo derecho por sobre mí y, levantando con sus dedo un extraño dibujo de un antebrazo abierto desde la palma hasta el codo, deslizó su mano debajo de esa hoja y extrajo una llave.

- ¿Cómo caraj…… es decir, ya sab.. [suspiré buscando calma] … ¿ya sabías que eso estaba ahí? - En mi tartamudeo me costaba decidir si era una afirmación o pregunta. Creo que sonó un poco a ambas. Me confundía ver la naturalidad con la que mi primo se manejaba en esa escalofriante habitación.

- No lo sé, primo, supongo que simplemente noté una protuberancia debajo del dibujo.- Nicolás se veía preocupado, shockeado, silencioso, o estoy seguro, yo lo notaba como confundido, como si nada de esto fuera posible o como si no debiera estar ahí.

Nicolás salió de la habitación, supuse que simplemente decidió continuar revisando el baño. Yo me quedé con ambas manos apoyadas en el escritorio, con mi mirada fija en esas hojas un tanto amarillentas, pensando en que quizás fuera la luz lo que les daba ese tétrico color y entonces lo vi, un dibujo del mismo tenor que los que cubrían las paredes, ese dibujo estaba debajo de las hojas que descansaban en el escritorio. El dibujo no tenía nada de interesante, no era nada particularmente importante, simplemente se trataba de un pié seccionado con algunas líneas que salían de sus partes y a las que les faltaban colocar las referencias, pero no era eso lo que me llamó la atención, sino los trazos. Esos trazos repetitivos, esa forma de dibujar, la manía de mantener todo en grafito y de negarse a darle color, todo, TODO, parecía indicar que esos dibujos fueron hechos por mi primo. Juraría que el estilo era exactamente el mismo, pero todos estaban firmados por la víctima, quién (casualmente) acostumbraba a rubricar justo arriba de alguna línea del dibujo y no en la parte inferior derecha; en otras palabras, hasta firmaba igual que mi primo.

Abandoné la habitación en silencio, aún sin entender lo que había descubierto pero convencido de que Nicolás descubrió lo mismo que yo. ¿Debía hablarlo con Nicolás? ¿Estos dibujos los habría hecho él? ¿Mi primo conocía a la víctima? Si no los hizo él, ¿cómo es que dibujan igual? Nicolás siempre dice que las casualidades no existen y que todo sucede por algo. Supongo que no fue coincidencia terminar en ese lugar.

- Primo, te noté algo perturbado ahí dentro, ¿pasa algo que deba saber? – Nicolás salía del baño mirando intrigado la llave en su mano. - ¿Encontraste la puerta que abre esa llave?

- No, y eso es lo que me preocupa, ya la probé en todas las puertas y aún no encuentro la puerta correcta…. Sólo me resta probar con las puertas de uso común del edificio. Sería mejor que te encargues de buscar alguna pista o el dichoso reloj, si es que hay, mientras yo me ocupo de buscar la puerta – Mi primo pronunciaba éstas palabras mientras se dirigía a la puerta. Justo antes de salir del departamento, se detuvo, me miró y me dijo: - No tienes que preocuparte por nada, primo, hay cosas que es mejor no saber. Recuerda lo que dijo Thomas Gray: “La ignorancia es una bendición”.-

La puerta se cerró y tras ella acaeció el silencio. Me quedé solo en ese lúgubre lugar. Contemplando las grises paredes, los escasos muebles, el amarillo resplandor de la habitación a mi espalda y el frío baño. El mareo que sentía al intentar procesar todo lo que sucedió en las últimas horas no me permitía pensar con claridad, tardé unos minutos en darme cuenta que aún sostenía el dibujo del pié arrugado en mi puño. Lo solté como si se tratara de algo venenoso, de algo prohibido, como con repulsión. Estúpida reacción, pero ¿qué debía hacer con él? quizás fue el causante de que Nicolás supiera hacia dónde apuntaba mi pregunta, quizás me delató, quizás mi primo entendió que yo también me percaté de que esos dibujos parecen hechos por él. Volví a tomar el dibujo, lo doblé y lo guardé en mi bolsillo.

Mi frente estaba cubierta de un sudor helado y mis enguantadas manos ya se notaban demasiado pegajosas. Por un segundo recordé a mi padre, él solía decir que desconfiaba de las personas a las que les sudaban las manos porque son personas que demuestran nerviosismo y que se vuelven esclavos de sus nervios al momento de tomar decisiones, en otras palabras, no son de fiar porque no toman las mejores decisiones. Nunca le creí. Nicolás me enseñó a no quitarme los guantes y a no dejar rastros, pero esta vez me sentía más incómodo que de costumbre. Por acto reflejo me dirigí al baño y me detuve justo antes de abrir la canilla, era una torpeza. Tomé mi pañuelo, siempre llevo uno en mi bolsillo (otra de las tantas reglas de Nico) y mientras me secaba la frente vi una ventana justo arriba de la bañera, abierta y con el espacio suficiente como para que pase con facilidad un hombre adulto, si yo hubiera asesinado a la víctima y me viera atrapado, encerrado, a punto de ser descubierto, huiría por esa ventana. Sin dudarlo me acerqué a mirar. Había tres pisos de caída libre hacia un patio interno del edificio. Comencé a pensar en cómo lo había hecho y en ese instante me detuve, caí en la cuenta de que había considerado la hipótesis de que el asesino huyó al sentirse descubierto, que quizás alguien estaba abriendo la puerta o que algún sonido puedo haberle dado esa impresión y el asesino, en un ataque de total irreflexión, le colocó el pasador a la puerta y escapó por la ventana. Claro, eso no explicaría cómo es que encontraron el cadáver tres días después. Esta alternativa sólo sería viable si el sonido hubiera venido de la puerta del vecino, o de alguien que desistió al ver la puerta cerrada…. quizás alguien que tenga algo que ocultar, o alguien a quien el miedo ha silenciado.

Aún no apartaba mis confusas ideas y mis infundadas sospechas cuando escuché a Nicolás entrar por la puerta.

- Primo, esta llave no abre ninguna puerta en este edificio. Si ya terminaste, creo que es mejor irnos a casa, hay algunas cosas que debo hacer, por lo que mañana visitaremos el último escenario, ¿de acuerdo?

- De acuerdo, Nic, vamos.-

3 minutos después estábamos saliendo de ese edificio, sin respuestas, con muchas preguntas y cargando los indicios de un secreto que aún no atinábamos a revelar. Pero siento que me equivoco, tal vez hago mutuo y comparto un sentimiento que me resulta demasiado exclusivo. Quizás fui el único en salir de ese lugar sin respuestas, mascando dudas y con un secreto sin revelar. Quizás Nicolás salió con más certezas de las que aparenta y con menos preguntas. Quizás mi primo salió de ahí con su propio secreto o quizás fui yo el que se llevó la certeza de que mi primo tiene algo que ocultar.

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