Contra-tiempo pte.15 / Un arma en la cabeza

Muchas veces tenemos ideas que no podemos quitar de nuestras mentes, palabras, objetos, personas, problemas, momentos, que simplemente se nos meten y se quedan en nuestra cabeza. Normalmente, cuando ya ocupan toda nuestra atención, solemos nombrarlas y casi no hablamos de otra cosa. En nuestro trabajo tenemos momentos de extrema tensión, momentos en que no vemos la salida, momentos en los que pasa por nuestra cabeza todo tipo de cosas. Nicolás tiene la inusual virtud de poder separarlas, él puede ocuparse y pensar al mismo tiempo en el plan a ejecutar y en las "herramientas" que requiere para ejecutarlo. En nuestro trabajo, tradicionalmente, las armas de fuego son una herramienta imprescindible, y es casi un arte el poder discernir cuál es la más adecuada para el caso concreto.

- Primo….-

- Lo sé. Yo también lo veo, Agus.-

- ¿Qué hacemos? ¿Lo limpiamos?

- No parece prudente empezar a levantar tanto polvo, primo, al menos no ahora. Esto tiene que ser sutil, por ahora contamos con ventaja dado a que nosotros lo vimos y él no, no tenemos indicios que nos indiquen que haya tomado conciencia de nuestra presencia. Lo que me hace pensar que quizás esté solo, de otra forma hubiera ubicado a alguien a unos 100 metros de distancia para anunciar nuestra llegada. Aunque también existe la posibilidad de que haya alguien adentro del departamento, o bien esperándonos o bien ensuciando la escena.- Nicolás decía todo esto con un gesto de seria preocupación. No era un gesto de nerviosismo, menos aún de resignación, sino que más bien parecía estar analizando y "ocupándose" de lo que estaba por suceder. Nicolás formaba un plan mientras hablaba, su rostro me lo decía.

Volvimos sobre nuestros pasos sin pronunciar palabra. Yo repasaba cada detalle de la situación y trataba de encontrarle alguna solución, de pesar en cómo resolver esto, en adivinar cuál sería nuestro destino, qué pasos serían los próximos a seguir. Nicolás, mientras tanto, parecía estar enviando un mensaje de texto con una sonrisa en su rostro que, lejos de tranquilizarme, me inquietaba.

Nos dirigimos hacia el auto que se encontraba estacionado a unas 6 cuadras del edificio. Nicolás rodeó el auto y me hizo un gesto con su mano derecha, con una simple seña y una intimidante mirada me indicó que me quedara exactamente donde estaba. Él se paró detrás del auto y abrió el baúl, tomó algunas cosas (no pude distinguir qué), estuvo revolviendo el interior del baúl como reuniéndose de elementos y, tras unos 4 minutos, lo cerró. Se acercó a mí muñido de dos linternas, un amplio bolso que parecía a punto de estallar, dos micro-uzi y un bolso de mano pequeño, de un tamaño cómodo, en el cual llevar las armas con sus respectivos silenciadores y algún que otro cargador. Nicolás siempre prefirió las micro-uzi porque resultan cómodas y eficientes, cuando se pliega la culata mide unos 282 mm, es relativamente liviana (no tanto con la uzi-pro, pero está bien) y dispara unos 1200 disparos por minuto con una precisión bastante respetable.

Nicolás colocó las armas y una linterna en el bolso pequeño, y me lo entregó. Enganchó la otra linterna en su pasa-cinto, se acomodó innecesariamente sus guantes negros, tomó el bolso grande que había dejado en el suelo, caminó hasta la vereda, justo en frente del Torino, y se dejó caer pesadamente sobre el cordón. Recostado sobre el bolso negro (que ahora oficiaba de almohada o respaldar)  me miraba como si esperara algo de mí. Yo aún me preguntaba qué estábamos esperando. Ninguna duda me cabe de que mi primo sabía perfectamente todo lo que pasaba por mi cabeza.

- Agus, vamos a tener que esperar unos 15 o 20 minutos, creo que es mejor que te sientes a mi lado y que esperes conmigo.- Nicolás parecía ya más tranquilo y la tranquilidad de mi primo siempre me perturbó.

18 minutos más tarde un Torino azul se detuvo frente el nuestro. En un vistazo rápido, cualquiera hubiera confundido este Torino con el de mi primo. Del recién llegado vehículo descendió un sujeto alto, de cabello oscuro, algo largo y desordenado, con una mirada difícil de leer y una media sonrisa casi de complicidad. Se acercó a Nicolás, éste se puso de pié y me hizo un gesto para que lo imitara.

- Agus, él es Fabián, un amigo de mi confianza, fue quién se ocupó de supervisar la construcción de mi casa y quién me ayudó con el diseño de la misma. Fabián, él es Agustín, mi primo y socio.- Nicolás parecía divertido por la situación, Fabián también, y yo aún estaba entre sorprendido e impaciente. ¿Qué tenía planeado mi primo y qué papel jugaba su amigo?

- Un gusto, Agustín – Dijo Fabián mientras estrechaba mi mano. Sin darme tiempo a responder, miró a mi primo y agregó:- Me pediste que trajera el Torino y lo traje. Ahora me gustaría conocer cuál es el plan y qué hago acá. Siempre que me escribís con tanta urgencia es que estás a punto de hacer algo importante.-

- Amigo, cuando te regalé ese Torino, te dije que quizás podría necesitarlo en alguna ocasión. Pues bien, esa ocasión se presentó hoy. El caso es que a unas 6 cuadras al sur hay una plaza, y en dicha plaza hay alguien que espera vernos. Mi idea es que rodees la plaza, que le des una vuelta completa y que aceleres a fondo hasta perder al sujeto que intentará perseguirte. Toma el camino que sale de la ciudad por el sur y conduce hasta que estés completamente seguro de que ya nadie te está siguiendo. Y puedes estar tranquilo, amigo, ese auto está blindado.- Nico parecía haber pensado en todo y este plan parecía no tener fugas. De todas formas, me sentía nervioso y sé que ellos también se sentían así.

Una vez que estuvimos todos de acuerdo, comenzamos a caminar hacia la plaza, Nicolás había pensado en enviar un mensaje de texto dándole la señal a Fabián para cumplir con su parte. En el camino mi primo me explicó que había preparado ese Torino para lograr un gemelo con el suyo, con algunas diferencias: la mecánica del Torino que le regaló a Fabián posee es la original, ese Torino posee vidrios blindados y un ploteo azul cubriendo una pintura original de color blanca.

A unos 140 metros de la plaza, Nicolás envió el mensaje y poco después vimos pasar el Torino azul a buena velocidad. Disminuyó sensiblemente la velocidad al llegar a la plaza y siguió el plan exactamente como lo habíamos acordado. El resultado fue el esperado, corrió detrás del Torino y lo vimos subir a un auto, un audi gris, e ir detrás de Fabián.

Viendo la oportunidad, nos apresuramos a entrar al edificio. 20 minutos después nos encontrábamos en un amplio departamento. Nicolás se movió rápidamente y cubrió las únicas dos ventanas que dan a la plaza con unas gruesas lonas cubriendo el perímetro con una cinta adhesiva que se veía muy resistente. Según mi primo, las lonas le servían para los trabajos que requerían una extrema limpieza, pero en este caso tenían la función de evitar que la luz en el interior del departamento se percibiera desde afuera. A pesar de que había persianas, mi primo no quiso arriesgar.

Las linternas emitían una luz roja y se me hacía difícil apreciar todo con claridad, pero según Nicolás, la luz roja reduce el tiempo de acostumbramiento que requieren los ojos cuando se pasa de un lugar iluminado a uno oscuro. No le di mucha importancia. Todo se veía igual a los otros casos, el sujeto era un escritor de 27 años, vivía solo, su familia era del sur y vivían a unas 16 horas de viaje. Divorciado, sin contacto con su ex-mujer. Su departamento estaba ordenado y repleto de música, había al menos 3 relojes en cada ambiente y sólo uno estaba roto. Se trataba de un viejo despertador a cuerda, pesado y grande. Lo metió adentro del bolso, agregó algunos de sus libros y me indicó que ya habíamos terminado ahí. Justo antes de salir del edificio, mi primo me detuvo.

- Primo, esto ha sido muy fácil y muy rápido. Algo no está bien. Quizás haya alguien apostado en la salida de emergencia o quizás haya un segundo sujeto que relevó al primero. En conclusión, sugiero dividirnos. Yo voy por atrás, por la puerta de emergencia. Te toca disimular y salir por adelante, quiero que estés preparado y que tengas algún arma a mano, y que no uses el mismo camino por el que vinimos, es mejor que vayas escondido entre las sombras, lento y como si nada.- Nicolás parecía hablar en serio. Una vez más, me tocó confiar en él.

Yo asentí con la cabeza, tomé una micro-uzi, la coloqué en mi cintura (costumbre que caracteriza más a mi primo que a mí) y atravesé la pesada puerta de vidrio. Decidido a terminar con esta noche cuanto antes, crucé la plaza por el medio y me dirigí hacia el norte por una oscura calle. Ya había pasado lo peor. No podía quitar de mi mente el arma que llevaba en la cintura y el movimiento más rápido para poder desenfundarla.

- Qué gusto volver verlo, Señor Oberti. Lamento las circunstancias y espero que no lo tome como algo personal.- Sentí el inconfundible frío del cañón de un arma abrirse paso por entre mi pelo. Conozco bien la inconfundible presión y el inconfundible escalofrío de tener un arma en mi cabeza.

1 comentario:

  1. Noooooooooo!!!!!!!!

    Qué vivo el primo! Lo mandó a él a comerse el garrón.
    Igual, muy astuto. La puta madre! Esto se pone cada vez más interesante, pero a cuentagotas!

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