- Primo….-
- Lo sé. Yo también lo veo, Agus.-
- ¿Qué hacemos? ¿Lo limpiamos? –
- No parece prudente empezar a levantar tanto polvo, primo,
al menos no ahora. Esto tiene que ser sutil, por ahora contamos con ventaja
dado a que nosotros lo vimos y él no, no tenemos indicios que nos indiquen que
haya tomado conciencia de nuestra presencia. Lo que me hace pensar que quizás
esté solo, de otra forma hubiera ubicado a alguien a unos 100 metros de distancia
para anunciar nuestra llegada. Aunque también existe la posibilidad de que haya
alguien adentro del departamento, o bien esperándonos o bien ensuciando la
escena.- Nicolás decía todo esto con un gesto de seria preocupación. No era un
gesto de nerviosismo, menos aún de resignación, sino que más bien parecía estar
analizando y "ocupándose" de lo que estaba por suceder. Nicolás formaba un plan
mientras hablaba, su rostro me lo decía.
Volvimos sobre nuestros pasos sin pronunciar palabra. Yo
repasaba cada detalle de la situación y trataba de encontrarle alguna solución,
de pesar en cómo resolver esto, en adivinar cuál sería nuestro destino, qué
pasos serían los próximos a seguir. Nicolás, mientras tanto, parecía estar
enviando un mensaje de texto con una sonrisa en su rostro que, lejos de
tranquilizarme, me inquietaba.
Nos dirigimos hacia el auto que se encontraba estacionado a
unas 6 cuadras del edificio. Nicolás rodeó el auto y me hizo un gesto con su
mano derecha, con una simple seña y una intimidante mirada me indicó que me
quedara exactamente donde estaba. Él se paró detrás del auto y abrió el baúl,
tomó algunas cosas (no pude distinguir qué), estuvo revolviendo el interior del
baúl como reuniéndose de elementos y, tras unos 4 minutos, lo cerró. Se acercó
a mí muñido de dos linternas, un amplio bolso que parecía a punto de estallar,
dos micro-uzi y un bolso de mano pequeño, de un tamaño cómodo, en el cual llevar
las armas con sus respectivos silenciadores y algún que otro cargador. Nicolás
siempre prefirió las micro-uzi porque resultan cómodas y eficientes, cuando se
pliega la culata mide unos 282
mm , es relativamente liviana (no tanto con la uzi-pro,
pero está bien) y dispara unos 1200 disparos por minuto con una precisión
bastante respetable.
Nicolás colocó las armas y una linterna en el bolso pequeño,
y me lo entregó. Enganchó la otra linterna en su pasa-cinto, se acomodó
innecesariamente sus guantes negros, tomó el bolso grande que había dejado en
el suelo, caminó hasta la vereda, justo en frente del Torino, y se dejó caer
pesadamente sobre el cordón. Recostado sobre el bolso negro (que ahora oficiaba
de almohada o respaldar) me miraba como
si esperara algo de mí. Yo aún me preguntaba qué estábamos esperando. Ninguna
duda me cabe de que mi primo sabía perfectamente todo lo que pasaba por mi
cabeza.
- Agus, vamos a tener que esperar unos 15 o 20 minutos, creo
que es mejor que te sientes a mi lado y que esperes conmigo.- Nicolás parecía
ya más tranquilo y la tranquilidad de mi primo siempre me perturbó.
18 minutos más tarde un Torino azul se detuvo frente el
nuestro. En un vistazo rápido, cualquiera hubiera confundido este Torino con el
de mi primo. Del recién llegado vehículo descendió un sujeto alto, de cabello oscuro,
algo largo y desordenado, con una mirada difícil de leer y una media sonrisa
casi de complicidad. Se acercó a Nicolás, éste se puso de pié y me hizo un
gesto para que lo imitara.
- Agus, él es Fabián, un amigo de mi confianza, fue quién se
ocupó de supervisar la construcción de mi casa y quién me ayudó con el diseño
de la misma. Fabián, él es Agustín, mi primo y socio.- Nicolás parecía
divertido por la situación, Fabián también, y yo aún estaba entre sorprendido e
impaciente. ¿Qué tenía planeado mi primo y qué papel jugaba su amigo?
- Un gusto, Agustín – Dijo Fabián mientras estrechaba mi
mano. Sin darme tiempo a responder, miró a mi primo y agregó:- Me pediste que
trajera el Torino y lo traje. Ahora me gustaría conocer cuál es el plan y qué
hago acá. Siempre que me escribís con tanta urgencia es que estás a punto de
hacer algo importante.-
- Amigo, cuando te regalé ese Torino, te dije que quizás
podría necesitarlo en alguna ocasión. Pues bien, esa ocasión se presentó hoy. El
caso es que a unas 6 cuadras al sur hay una plaza, y en dicha plaza hay alguien
que espera vernos. Mi idea es que rodees la plaza, que le des una vuelta
completa y que aceleres a fondo hasta perder al sujeto que intentará
perseguirte. Toma el camino que sale de la ciudad por el sur y conduce hasta
que estés completamente seguro de que ya nadie te está siguiendo. Y puedes
estar tranquilo, amigo, ese auto está blindado.- Nico parecía haber pensado en
todo y este plan parecía no tener fugas. De todas formas, me sentía nervioso y
sé que ellos también se sentían así.
Una vez que estuvimos todos de acuerdo, comenzamos a caminar
hacia la plaza, Nicolás había pensado en enviar un mensaje de texto dándole la
señal a Fabián para cumplir con su parte. En el camino mi primo me explicó que había
preparado ese Torino para lograr un gemelo con el suyo, con algunas diferencias:
la mecánica del Torino que le regaló a Fabián posee es la original, ese Torino
posee vidrios blindados y un ploteo azul cubriendo una pintura original de
color blanca.
A unos 140
metros de la plaza, Nicolás envió el mensaje y poco
después vimos pasar el Torino azul a buena velocidad. Disminuyó sensiblemente
la velocidad al llegar a la plaza y siguió el plan exactamente como lo habíamos
acordado. El resultado fue el esperado, corrió detrás del Torino y lo vimos
subir a un auto, un audi gris, e ir detrás de Fabián.
Viendo la oportunidad, nos apresuramos a entrar al edificio.
20 minutos después nos encontrábamos en un amplio departamento. Nicolás se movió
rápidamente y cubrió las únicas dos ventanas que dan a la plaza con unas
gruesas lonas cubriendo el perímetro con una cinta adhesiva que se veía muy resistente.
Según mi primo, las lonas le servían para los trabajos que requerían una
extrema limpieza, pero en este caso tenían la función de evitar que la luz en
el interior del departamento se percibiera desde afuera. A pesar de que había
persianas, mi primo no quiso arriesgar.
Las linternas emitían una luz roja y se me hacía difícil
apreciar todo con claridad, pero según Nicolás, la luz roja reduce el tiempo de
acostumbramiento que requieren los ojos cuando se pasa de un lugar iluminado a
uno oscuro. No le di mucha importancia. Todo se veía igual a los otros casos,
el sujeto era un escritor de 27 años, vivía solo, su familia era del sur y vivían
a unas 16 horas de viaje. Divorciado, sin contacto con su ex-mujer. Su
departamento estaba ordenado y repleto de música, había al menos 3 relojes en
cada ambiente y sólo uno estaba roto. Se trataba de un viejo despertador a
cuerda, pesado y grande. Lo metió adentro del bolso, agregó algunos de sus
libros y me indicó que ya habíamos terminado ahí. Justo antes de salir del
edificio, mi primo me detuvo.
- Primo, esto ha sido muy fácil y muy rápido. Algo no está
bien. Quizás haya alguien apostado en la salida de emergencia o quizás haya un
segundo sujeto que relevó al primero. En conclusión, sugiero dividirnos. Yo voy
por atrás, por la puerta de emergencia. Te toca disimular y salir por adelante,
quiero que estés preparado y que tengas algún arma a mano, y que no uses el
mismo camino por el que vinimos, es mejor que vayas escondido entre las
sombras, lento y como si nada.- Nicolás parecía hablar en serio. Una vez más,
me tocó confiar en él.
Yo asentí con la cabeza, tomé una micro-uzi, la coloqué en
mi cintura (costumbre que caracteriza más a mi primo que a mí) y atravesé la
pesada puerta de vidrio. Decidido a terminar con esta noche cuanto antes, crucé
la plaza por el medio y me dirigí hacia el norte por una oscura calle. Ya había
pasado lo peor. No podía quitar de mi mente el arma que llevaba en la cintura y
el movimiento más rápido para poder desenfundarla.
- Qué gusto volver verlo, Señor Oberti. Lamento las circunstancias
y espero que no lo tome como algo personal.- Sentí el inconfundible frío del
cañón de un arma abrirse paso por entre mi pelo. Conozco bien la inconfundible
presión y el inconfundible escalofrío de tener un arma en mi cabeza.
Noooooooooo!!!!!!!!
ResponderEliminarQué vivo el primo! Lo mandó a él a comerse el garrón.
Igual, muy astuto. La puta madre! Esto se pone cada vez más interesante, pero a cuentagotas!