Las marcas, los signos, las señales, nos distinguen del
resto, nos identifican de alguna forma. Más vivimos, más marcas sumamos. Nos
marcan las heridas con sus cicatrices, nos marcan los hechos con sus
consecuencias, nos marcan los errores con sus lecciones, nos marcan las
omisiones con la incógnita de lo que pudo ser, nos marcan las personas con sus
obras, sus miradas, sus gestos, sus palabras, incluso con una sonrisa. Y en
nosotros queda todo porque los hombres estamos hechos para mostrar todas y cada
una de nuestras marcas, incluso sin quererlo damos cuenta de ellas y como
manchas en nuestra espalda las mostramos a veces sin saber que las tenemos.
7:12 horas se habían caído como arrastradas por mi mano
sobre la mesa de un bar a penas poblado. Mi primo creyó necesario tomar un café
y gastar el tiempo antes de entrar en el último escenario. El bar estaba justo
enfrente de una bonita casa de tejas rojas y ladrillos vistos, 3 plantas, de aspecto amplio y con un pequeño jardín al frente. En esa casa ocurrió el
último homicidio. El lugar parecía ser una casa de familia, pero según el informe policial
allí habría vivido un abogado de 29 años de edad soltero, nacido en un
pequeño pueblo a unos 700
kilómetros de esta ciudad. Vino a estudiar, se quedó a
trabajar y acabó muerto.
Mi primo miraba por la vidriera del bar hacia la casa
mientras hacía oscilar un escarbadientes entre dos de sus dedos de la mano
derecha. El sol de la mañana que comenzaba a tomar altura nos daba en la cara,
regalándonos una tibia caricia. Frente a Nicolás se enfriaba su infaltable
capuchino y una medialuna mal untada con manteca a medio comer, frente a mí
yacía una taza casi vacía y poco de agua mineral con gas.
- Nic, ¿qué esperas
encontrar en esa casa que no hayamos visto antes? –
- Un escenario
completamente distinto, primo, porque quién limpió a este abogado no es el
mismo que se encargó de los otros cinco.- Nicolás me hablaba sin mirarme,
concentrado en el lugar que visitaríamos en breve, desconcertándome con sus
palabras como tenía por costumbre.
Guardé silencio y comencé a repasar lo ocurrido hasta el
momento. Me sentí al margen de esta historia, como un espectador de lujo, sin
saber exactamente en qué terminará todo esto, hay piezas que me faltan,
acertijos incompletos, verdades a medias o mentiras enteras. Y mientras
empezaba a prometerme a mí mismo que haría algo para cambiar esto, mi primo
volvió a hablar.
- Agus, sé que quieres
dejar esto, sé que somos dos los que estamos planeando el retiro, pero nunca te
pregunté por tus motivos.- No formuló ninguna pregunta pero la dejó
tácitamente sobre la mesa y me miraba expectante, detrás de sus oscuras gafas
pude ver cómo se arqueaban esas gruesas cejas dibujando un rostro amable y
esperando mi respuesta.
- A decir verdad, creo
que no tengo un motivo concreto para dejarlo. Es decir, creo que soy bueno en
esto, o cuando menos, no hay otra cosa que sepa hacer mejor. Es tarde para
retomar y terminar mi carrera, la que dejé en primer año, por que sería un
volver a empezar y no sé si estoy dispuesto a volver a 0. Francamente no sé qué
otra cosa podría hacer para vivir, hoy veo mis sueños frustrados y mis
expectativas destruidas, y creo que dejé atrás mis gustos caros y mi vida
acomodada. Tengo lo que tengo y estoy bien. Fuera de eso y después de esto, ¿qué
me queda? La total entrega a mis viejos vicios y nada más. Pero no me
malinterpretes, quiero dejarlo, quiero alejarme de estos últimos 7 años y de
las marcas que me dejaron. Además, entregarme al alcohol, las mujeres y algunas
fiestas, no suena tan mal.-
- ¿Y Camila? Es decir,
supongo que habrá seguido con su vida, pero lo que ustedes tuvieron era algo
bueno, algo verdadero, uno de esos amores que se te graban a fuego y que resultan
imposibles de olvidar. Ustedes tuvieron historia, recuerdos, un fuego que
reavivar ante la primera oportunidad. Sólo digo que, cuando todo acabe, quizás
deberías buscarla.- Mi primo metió su dedo en la yaga. Yo aún estoy
enamorado de Camila, mi primer y mi único amor. Las mujeres jamás me faltaron y
la verdad es que sé perfectamente que les atraigo, pasé muchos años
aprovechando esto, dejando amores esparcidos en distintas ciudades, pero Camila
me cambió, Camila fue la única mujer capaz de completarme, ella era todo lo que necesitaba, lo único que necesitaba. Desgraciadamente, hace ya 7 años que mi vida cambio, yo cambie. Llevo 7 años
marcado por una tragedia, sin ser yo
mismo. Desde entonces Camila pasó a ser un hermoso recuerdo en la memoria de ese nuevo
Agustín.
- Camila se merece a
alguien mejor. Ella se merece a un buen hombre que sepa y pueda cuidarla,
protegerla, librarla de todo peligro y amarla, alguien capaz de enredar su mundo
alrededor de Camila. Definitivamente, se merece a alguien mucho mejor que yo.-
- Yo creo que deberías dejar que eso
lo decida ella, primo.-
Nicolás partió el escarbadientes que tenía entre sus dedos y
lo dejó sobre la mesa como formando una V apuntando a su pecho. Se puso de pié,
dejó algo de dinero sobre la mesa a modo de propina, me hizo un gesto con su
mano izquierda indicándome que era hora de irnos y nos retiramos del lugar.
7:42 horas estaba intentando abrir la puerta de la que casa
que minutos antes admiraba desde mi cómodo asiento en aquel cálido bar. El
lugar estaba desolado y Nicolás se aseguro de que fuera visto durante el breve
momento que me tomó forzar la cerradura.
El lugar se veía bien, más o menos limpio, un poco
desordenado, casi sin muebles ni cuadros ni fotos, todo parecía estar ubicado
entorno al televisor que descansaba frente a un cómodo sillón en compañía de
una consola de videojuegos. Tenía algunos “adornos”, escasos, más bien parecían
recuerdos: algunas botellas vacías de cervezas, botellas de vinos y otras bebidas
polvorientas también vacías o a medio terminar, tres o cuatro gorros, etcétera, nada importante.
Automáticamente comencé a buscar el inservible reloj que suponía que estaba
allí, giré sobre mi propio eje recorriendo el lugar con la vista y, antes de
terminar un giro de 360º, vi a mi primo parado frente a mí sosteniendo un
reloj en su mano izquierda. El colorido aparato tenía por fondo un dibujo retro
de una sensual chica pelirroja, muy común en determinadas revistas de la década
del ’60.
- Estaba seguro de que
encontraría algo como esto, primo. ¿Te das cuenta de lo que significa? -
Nicolás me miraba con una sonrisa triunfal en el rostro, su
barba la pronunciaba demasiado y yo aún no entendía a qué se refería. Creo que
él notó el gesto de desconcierto con el que le respondí.
- Agus, este reloj ha
sido atravesado de un disparo y luego fue escondido en el cajón de aquel
escritorio - Mi primo señalaba un sencillo escritorio que estaba a sus
espaldas sobre el cual había una laptop y unos cuantos papeles.- Como te había dicho, este trabajo fue hecho
por otra persona. Este homicidio es distinto a los anteriores y es la prueba de
que son, al menos, 2 homicidas.-
- ¿Estamos hablando de
un imitador? -
- Lo dudo mucho,
quizás se trate de un compañero o de alguien que continúa el trabajo que otro
comenzó.-
Comencé a preguntarme cómo haríamos para descubrir a este
segundo homicida siendo que aún no teníamos ni señales del primero. Era claro
que esto podría implicar una complicación, agregar una pieza más al juego
podría ser contraproducente ante el desconocimiento de las que ya están en el
tablero, excepto, claro, que haya alguien que sepa más de lo que dice y para
quien el desconocimiento no fuera un factor. Concretamente, comencé a
preguntarme qué era lo que mi primo esconde tan celosamente.
Por lo demás, todo era igual, revisé libros, papeles,
vajilla, detalles. Nada parecía distinguir ese escenario de los demás salvo el
reloj. O al menos eso creí hasta que Nicolás volvió a tomar la palabra.
- Primo, el informe
sobre este caso no dice nada del arma homicida más allá de lo que determinó el
médico forense. Es decir, el arma no fue encontrada, lo que significa que el
homicida se deshizo de ella. Por lo que sabemos, podríamos haber untado las
medialunas del desayuno con ese mismo cuchillo sin darnos cuenta.-
Si mi primo estaba en lo cierto, esta escena podría ser aún
más reveladora de lo que fue la anterior.
Tras revisar bien el lugar por tercera vez, decidimos volver
a la casa de mi primo. El resto del día transcurrió con normalidad y mientras
Nicolás se pasó el día encerrado y hablando por teléfono, yo repasaba las
carpetas que el Sr. M y el Sr. D nos habían facilitado. Estaba convencido de
que se nos había escapado algo más.
Nicolás golpeó a mi puerta cuando mi reloj marcaba las 21:23
horas. Creí que sería hora de cenar, pero lejos de eso, mi primo me arrojó mi
campera y me dijo que era hora de irnos.
46 minutos después estábamos detrás de un hospital, en una
angosta y oscura calle. Mi primo golpeó 3 veces una oxidada puerta y de
inmediato se abrió. Detrás de ella apareció un sujeto delgado, alto, vestido
con un largo delantal blanco y con barbijo.
- Puntual como
siempre, Nic.- Dijo el sujeto.
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