Admito que
me gusta el vértigo, me encanta, pero el vértigo también está cuando mi cabeza
se mueve a gran velocidad y los hechos comienzan a precipitarse hacia mi mente
para sucederse uno tras otro sin darme descanso. Este vértigo mental, esta
sensación de que todo gira y pasa y me desborda hasta hacerme perder el control,
es algo que realmente odio. Hay tanto por ver, tanto por entender, tanto por
asimilar… tanto frente a nosotros estando tan cerca de llegar.
Luz, mucha
luz, demasiada luz, demasiada luz en mis ojos, luz que no me deja abrir los
ojos. Odio que Nicolás me despierte de esta forma, no entiendo cómo puede
entrar a mi dormitorio y correr violentamente las cortinas de cada ventana como
si nada. A cada lado de la cabecera de la cama donde duermo y a la derecha de
la misma se ubican tres grandes ventanales con sus respectivas cortinas, mi
primo suele utilizar la luz del sol que sale por el oeste e inundar la
habitación con rayos de sol para quemarme los ojos y obligarme a despertar.
Tras una dura noche en la que casi no pude dormir, nada mal me hubiera caído
que el amanecer se tardara tres o cuatro horas más. Pero, como siempre digo, el
tiempo nunca estuvo de mi lado.
- Primo, es
hora de arrancar el día antes de que el día se nos adelante a nosotros.-
- ¿Nic, es
necesario arrancar tan temprano? ¡Dios! Me duelen los ojos, se me parte la
cabeza y no, sé muy bien qué es lo que estás pensando, pero no, esto no tiene
nada que ver con mis whisky’s con energizantes, como te dije, me gusta beber un
poco antes de dormir.- Las palabras se me deslizaban y me costaba hablar. Sentía
que mi aliento era seco y pastoso, y que mi voz estaba más gruesa de lo normal.
Con mi mano izquierda señalaba al lugar en donde, según creía, estaba mi primo
mirándome con esa burlona sonrisa.
- El tiempo
no existe, Agus, siendo así, vale decir que nunca es demasiado temprano o
demasiado tarde, pero el sol sale sin preocuparse por lo que diga nuestro reloj
y conviene aprovechar la luz. Arriba, primo, hoy nos espera un día intenso.-
La voz de
mi primo aún resonaba en mi cabeza cuando logré abrir los ojos. Logré verlo
salir de la habitación y junté todo el coraje que pude para forzarme a salir de
entre las sábanas.
Nicolás me
esperaba en la planta baja con el desayuno servido. Debo reconocer que siempre
fue muy atento y jamás se le escapa detalle alguno. Desayunamos en silencio, a
él se lo notaba impaciente y yo aún estaba intentando apaciguar el vértigo que
me provocaba todo lo sucedido en el último tiempo, toda esa información y esos
hechos que no hacían más que ocupar mi mente, desbordarla, confundirla,
alterarla. Mis pensamientos y mis ideas estaban viciados por lo sucedido en los
últimos días, ¿qué tan útil le puedo ser a Nicolás cuando ni yo mismo logro
comprender lo que me pasa?
8:11 horas
estábamos frente a la puerta del quinto departamento.
- Agus, es
hora de que hagas lo tuyo.- Sé perfectamente que esa expresión es la señal de
que debo ocuparme de la cerradura de la puerta. Nicolás me enseñó a trabajar
con ganzúas para poder abrir puertas, me dio las claves para empezar y me pidió
que me perfeccionara, que aprendiera y dominara el “arte” de abrir todo tipo de
cerraduras. Gracias a mi primo descubrí en mí una nueva habilidad.
Creo que ni
siquiera Nicolás estaba preparado para ver lo que había detrás de esa puerta.
La escena era deprimente al punto de casi ser escalofriante. Difícilmente se
puede imaginar qué clase de persona podría vivir ahí. Se trataba de un
monoambiente rectangular, pequeño, con un baño minimista, una pileta
lava-platos junto a un anafe y una vieja heladera de puertas de madera con
congelador. El lugar sólo estaba amueblado con un catre, una mesa demasiado
básica y una silla que le hacía juego. Por vajilla sólo había un vaso, un
plato, un cuchillo y un tenedor. El lugar no estaba demasiado iluminado, había
una luz central que se encendía por una llave a la izquierda de la puerta de
entrada y un aplique en la pared del fondo que parecía encenderse con una llave
ubicada justo arriba del catre. En el lava-platos había sólo una bandeja
plástica de esas que vienen con las ensaladas.
Instintivamente
comencé a buscar un reloj, pero no había ninguno. No había fotos, no había
adornos, sólo una pequeña pila de libros en el suelo junto al catre. Nada
parecía darnos alguna pista útil. Las paredes estaban tapadas por unas placas
grises, con un listón de madera pintado de blanco que mediría unos 4 centímetros
superpuestos a ellas cubriendo las juntas.
La víctima
era un joven sumamente introvertido, sin familia, sin amigos, sin ninguna
actividad conocida. Básicamente, no teníamos datos sobre el sujeto. Sabíamos
que medía aproximadamente 1,75
metros , era delgado, de cabello revuelto un tanto
enrulado, piel pálida, manos grandes, pies grandes y nariz aguileña; pero
ninguno de esos datos es relevante a la hora de resolver un homicidio, al menos
no en este caso.
- Primo,
esto demasiado raro. La cerradura no fue forzada, por lo que puedo asegurar que
estaba sin llave, pero del lado de adentro la puerta tiene un pasador que la
policía tuvo que romper para poder entrar luego de que los vecinos se quejaran
por el mal olor. A esto y considerando que no hay ventanas, sólo resta pensar
que el homicida nunca salió del lugar. Quiero decir, existe una ventana, pero
es evidente que la víctima la cubrió hace años y que nadie la ha abierto desde
entonces. Lo preocupante es que tampoco veo lugar dónde esconderse y ningún
sentido tiene que el homicida decidiera quedarse adentro. Sólo Houdini podría
salir de este lugar con la puerta cerrada y el pasador puesto.-
- ¿En qué
estás pensando, Nic? -
- ¿Justo
ahora? En “los crímenes de la calle morgue” de Edgar Allan Poe. El dilema es
muy similar. Aquí no hay reloj, aquí no hay dibujos o rastros, siquiera, de su
caligrafía que pudiéramos identificar. Este sujeto es un misterio en sí mismo - Claramente Nicolás estaba entusiasmado por tener ante sí un acertijo que no
podía descifrar, pero hacía un gran esfuerzo por disimularlo y fingía
preocupación para no restarle seriedad al asunto.- Revisa los libros que están
en ese rincón y yo buscaré alguna salida en el baño.-
Los gruesos
libros de tapas duras tenían una temática en común: todos trataban de anatomía
humana avanzada. Lo ojeé en una mirada rápida y fundamentalmente busqué alguna
anotación al margen. Sólo encontré un dibujo, en la contratapa de un libro, de
una especie de sol con una línea roja marcando un poco más del radio de la
circunferencia que se dibujaba con guiones de distintas longitudes.
- Agus,
creo que tendrías que ver esto, necesito que me des tu opinión.- Nicolás no
estaba en el baño, estaba junto a la mesa situada en medio del departamento. Me
estaba señalando una mancha roja, obviamente era sangre, y en su mirada
adivinaba intriga.
- Es aquí
donde murió y no parece haber sido arrastrado, pero no hay mucho más que te
pueda decir, primo.-
- Agus, la
herida fue profunda y la mancha de sangre se va aclarando hacia el centro, se
notan aureolas más claras hacia el lugar donde estaba la herida. ¿Qué significa
esto? -
Tenía toda
la razón, pero aún seguía sin saber qué significaba. Mientras aún estaba enfrascado
en mis ideas sobre la pregunta de mi primo, él se fue hacia el catre. Pensé que
tomaría alguno de los libros, pero no, fue directo al sencillo aplique en la
pared, lo tomó por la base y empujo. Ante mi atónita mirada la pared empezó a
retroceder como si se tratara de una puerta. Mucha información, muchas
preguntas, demasiado qué asimilar y el vértigo, de nuevo el vértigo en mi
cabeza que me comenzaba a marear.
El 20 de noviembre subo el capítulo 18. Hasta entonces.-
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