Contra-tiempo pte.22 / Conexiones

Las cosas no suceden por casualidad, ni por destino y mucho menos suceden por azar. Las cosas suceden en este mundo por nosotros, por todos nosotros. Desde que el mundo es mundo existen los cambios y las relaciones de causas y consecuencias, es decir, desde que el mundo es mundo (y antes también) todo tiene su causa, su origen. Los griegos nos enseñaron que “de la nada, nada sale”. Las cosas suceden porque cada decisión que tomamos (sea de hacer o de no hacer) influye en el mundo y en los demás, es así que todo y todos estamos relacionados de alguna manera y en algún grado, como reza el efecto mariposa (dentro del marco de la teoría del caos), “el aleteo de las alas de una mariposa puede provocar un tsunami al otro lado del mundo”. Las conexiones entre nosotros pueden ser visibles (evidentes y ostensibles a todos) o bien invisibles, en el medio entre una y otra hay una infinidad de matices. Creo que lo más adecuado es definirlas como hilos que en algunos casos son gruesos, otros más finos y algunos se alejan tanto que son casi invisibles, como el aleteo de la mariposa y el tsunami, como el uso de un desodorante y el agujero de la capa de ozono, o como seis sujetos que aparentemente no se conocen y sus idénticos homicidios. Todo es una cuestión de conexidad, a veces se trata de causas y efectos, a veces de simples relaciones, pero cualquiera fuera el caso lo importante es saber encontrar los hilos correctos.

- Por la forma de la marca impresa en los dedos debe tratarse de un anillo como este – Dijo Nicolás mostrándome el anillo de oro que lleva en su mano derecha. Un gastado anillo de sello con sus iniciales gravadas que no abandona su dedo anular desde que sus padres se lo regalaran al cumplir 18 años. – Un anillo de sello puede ser entregado por muchos motivos: al cumplir los 18; como herencia; al jubilarse en determinados cargos; al pertenecer a determinado club, sociedad, logia o universidad; por simple gusto, por estética; e incluso algunos tienen gravados el escudo de armas que identifica a una familia. Lo importante es ver el hilo que conecta a estos tres pobres infelices entre sí, conocer por qué tenían en sus manos esos dichosos anillos, pero para eso necesito los anillos.-

- Los viste personalmente, Nic, ahora, si ya terminaste, por favor necesito volver a lo mío.- Dijo nuestro inquietante anfitrión.

- Sí, Fran, necesitaba saber que no se me escapó nada. Primo, dales un último vistazo y vamos.-

Los miré atentamente. Nada nuevo surgía. Me concentré, casi sin poder evitarlo, en la víctima número 5. Su aspecto era horrible. Parecía haber sufrido, se el pobre infeliz veía delgado, desprolijo, con las palmas de las manos muy maltratadas y llenas de múltiples cicatrices. Resaltaba entre los demás porque se encontraba completamente depilado, salvo por su cabellera, y eso hacía que se viera más pálido y frío aún. 

Sólo aparté la mirada del occiso para mirar a mi primo e indicarle con un gesto que era hora de irnos.

El tétrico pasillo, la deteriorada puerta y la oscura calle que nos vieron entrar parecían haberse estancado en el tiempo durante los escasos minutos que estuvimos contemplando cadáveres. Todo estaba exactamente igual, el mismo silencio, la misma penumbra.

Nicolás estuvo en silencio todo el trayecto hasta la casa. No era un silencio que mostrara temor o incomodidad, claramente se notaba que ansioso, pensativo, analizando todo como un ajedrecista que se enfrenta a una gran jugada de un gran oponente. Mi primo repite de vez en cuando que nosotros somos tan grandes como los objetivos que nos colocamos enfrente, por lo que debería estar en nuestra naturaleza el buscar retos cada vez más grandes, comenzando por metas que rozan lo imposible. Así, cuando niño, Nicolás siempre se enfrentaba a golpes contra adolescentes que lo superaban en número, edad, tamaño y fuerza; él decía que vencer a quienes estaban a su misma altura no era un reto a su medida, sino que la verdadera victoria, su verdadera victoria, estaba en derrotar a quienes tenían sobre él una gran ventaja. Lo extraño es que jamás perdió una pelea, sin importar cuánto lo golpearan o cuántas veces cayera, él se levantaba y continuaba con más fuerza, concentrado sólo en su objetivo, en alcanzar su meta, cueste lo que cueste.

Medité durante unas horas en la cama, mirando al techo, y finalmente concilié el sueño. En mi cabeza, durante todo ese tiempo, sólo había un breve recuento de lo sucedido y la horrible imagen de la quinta víctima.

- Arriba, primo, el sueño es el lujo de los conformistas. Es hora de salir, vístete y vamos a desayunar.- Una vez más mi primo quemaba mis ojos adrede con la luz de la mañana, mientras martillaba mis oídos con su profunda voz.

- ¡Nicolás! ¡Basta ya de despertarme de esta manera!

- ¿Existe otra forma de lograr que te levantes?

- Te diviertes, ¿verdad? Creí que había cerrado la puerta con llave.-

- Cierto, pero la copia de esa llave la tengo yo.-

Qué estúpido fui en no pensar en eso. Obviamente, mi primo, quien siempre aspira a tener el completo control sobre todo, tenía en su poder una copia de la llave.

Una llave.

- ¡Primo, acabo de darme cuenta de algo! ¡Creo saber qué puerta abre la llave que encontramos en el quinto escenario! – Dije saltando de entre las sábanas, incorporándome sobre la cama y mirando fijo a mi primo.

Nicolás se quedó mudo, su gesto se puso un poco más serio y, sin apartar su mirada de la mía, dijo:

- No me lo digas. Vístete que hay que desayunar. Más tarde hablaremos de esto.- Dicho esto rebuscó en su bolsillo y al quitar su mano del mismo, me arrojó algo brillante. Una llave, la llave que habíamos encontrado en el departamento de la quinta víctima.

Abandonó la habitación cerrando la puerta tras de sí. Yo me vestí, me higienicé y bajé las escaleras esperando encontrarme con el desayuno servido.

- Nic, ¿y el desayuno? No lo tomes a mal, primo, pero me tenías muy malacostumbrado.-

- Hoy desayunaremos con Arcángel. Hay algunas cosas que nos serán útiles si queremos resolver esto en los próximos días.-

Mi reloj me anunciaba que habían pasado 7:12 horas de un día bastante soleado y fresco, subimos al auto y Nicolás condujo durante unos 15 minutos hasta un desgastado y antiguo bar de pueblo. Yo seguía sin entender el silencio de Nicolás y sus motivos para hacerme callar cuando de verdad estaba seguro de saber cual es la puerta que abre esa llave. Conozco su fanatismo por hacer las cosas en el momento y lugar adecuado, pero ¿cómo puede sostener tanta intriga? Comencé a pensar, mientras él manejaba, en tres alternativas posibles: no era el momento adecuado; no confió en mí; o bien él conocía la llave, la puerta y el secreto detrás de ella. Justo entonces, en mi cabeza recordé una de las frases que Nicolás suele repetir: “todo a su debido tiempo”.

Entramos al bar. Dos ancianos jugaban una partida de damas y un tercero leía el periódico local y de a momentos ojeaba el televisor que transmitía un viejo partido de fútbol. Arcángel nos esperaba en una mesa escondida en un rincón bebiendo un té y leyendo.

- Amigo mío, espero que me hayas conseguido algo bueno.- Dijo mi primo.

- En realidad, Nico, no hay mucho. Hay un par de números y fechas que no terminan de cerrarme, pero no te puedo ayudar más. Esto es todo.- Dijo Arcángel cerrando la carpeta que estaba leyendo y pasándosela a Nicolás. Se trataba de una carpeta roja, sin etiquetar y sin ninguna pista acerca de lo que se pudiera tratar.

- Bueno, supongo que con esto me arreglaré. ¿Te importa si desayunamos contigo? -

- Para nada, amigo, adelante, tomen asiento.-

El desayuno duró aproximadamente una hora y once minutos. Luego de haber pagado, Arcángel nos pidió que le permitiéramos salir primero, se colocó una gorra, un par de gafas de sol y una bufanda, cerró su chaleco y se fue. Nicolás y yo hicimos lo propio luego de dejar la propina y de juntar la carpeta roja. Otra mesa de bar abandonada a nuestras espaldas con otro escarbadientes partido al medio sobre ella.

Durante el trayecto hasta la casa comencé a pensar, a atar cabos, a conectar mis ideas, a descubrir hilos. Cada acción tiene su correlativa reacción y el nexo causal entre causa y efecto es, a veces, invisible e impredecible. Comencé a preguntarme qué tipo de efectos tendría nuestra participación en este caso, con quienes nos conectaría o a quienes conectaríamos nosotros, porque quizás nuestras acciones sean el detonante que conecte a otros. Ideas sueltas en mi cabeza, quizás.

Mientras ingresábamos en la casa suena un celular en el bolsillo de mi primo. Él contesta, lo vi asentir con la cabeza y luego colgó, me miró fijo y muy serio.

- Franco está muerto, primo.- Dijo.

1 comentario:

  1. *o* Noo!!

    Franco muerto, y todavía no sabemos cuál supone Agus que es la puerta a la que la llave abre...

    -.- demasiado suspenso para tener que esperar 15 días!!!

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